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Alimentación y publicidad: Es curioso observar como, derivado de nuestros nuevos hábitos de vida, la alimentación está cambiando. No sólo desde el punto de vista de nuevos alimentos, si no de su preparación, origen y forma de consumo.
Algunos ejemplos pueden arrojar luz sobre esta cuestión. En los últimos 20 años el consumo de pan ha bajado más de un 30 %. No solamente el consumo si no el tipo de pan consumido, con un aumento masivo de pan precocinado. Y cada vez más adquirido por los consumidores en grandes superficies, en detrimento de los tradicionales despachos de pan.
Otro ejemplo es el consumo de vino. Hemos pasado de 50 litros por persona y año a menos de 18 en menos de 30 años. En este caso, los factores como control de la alcoholemia al volante han sido determinantes.
No obstante hemos variado el tipo de consumo, cada vez consumimos menos granel y más embotellado, consumimos más en bares y restaurantes y menos en casa y lo compramos en el super o en comercios especializados, cuando antes teníamos una bodega en cada barrio, con aquellos depósitos de color granate…que recuerdos!.
Además, si analizamos la evolución del consumo de alimentos en España en los últimos 30 años, nos encontramos con datos muy reveladores.
Comemos más carne y derivados lácteos, más refrescos, bebidas azucaradas, más precocinados y bollería. Por el contrario alimentos como el arroz, las legumbres y las patatas, son cada vez menos consumidos. Por otro lado la comida ha pasado de ser el principal gasto de las familias a ser el tercero.
Curiosamente consumimos menos calorías que hace 50 años y estamos más gordos y con más incidencia de enfermedades relacionadas con la alimentación como la diabetes y la obesidad.
Todos estos cambios tienen que ver como hemos dicho, con el cambio de hábitos. En la mayoría de las familias trabajan ambos cónyuges, dedicamos mucho tiempo al trabajo por lo que valoramos mucho el tiempo dedicado al ocio y dedicamos muy poco tiempo para cocinar, comprar alimentos, etc.
Obviamente todo esto no facilita llevar unos buenos hábitos alimentarios pero, ¿cómo aprovecha la industria alimentaria esta realidad?.
Observando los estantes de cualquier supermercado podemos observar la proliferación de productos que nos ayudan a invertir poco tiempo en la cocina. Congelados, precocinados, conservas y los cada vez más extendidos alimentos de V gama, listos para calentar y comer, cada vez tienen más peso en la cesta de la compra, en perjuicio de los alimentos frescos.
Mientras, por otro lado, las autoridades médicas y los nutricionistas nos recomiendan una dieta equilibrada, con profusión de verduras y frutas, cereales y contención de grasas y sal, vamos, la dieta mediterránea de toda la vida. ¿Cómo se conjugan ambos fenómenos?
La preocupación de la población por la alimentación es grande, ya sea por temas estéticos, de salud o de ambos, cada vez más nos preocupan nuestros hábitos alimenticios. La industria alimentaria, consciente de este hecho, contraataca con una batería de productos que nos compensan de las carencias de nuestra dieta, los denominados alimentos funcionales.
Pero, ¿hay publicidad engañosa en estos productos?
Los alimentos funcionales son aquellos que, incorporando ciertos elementos, nos ofrecen una solución para poder corregir las deficiencias nutricionales de nuestro organismo y evitar ciertas enfermedades, más allá de su valor nutricional u organoléptico.
Los productos con aporte de calcio, omega 3, bífidus, etc que nos prometen mejorar nuestra flora bacteriana, nuestro tracto intestinal, bajarnos el colesterol, mejorar nuestra salud y nuestra dieta proliferan en los estantes de los supermercados todos ellos avalados por supuestos estudios científicos.
Pero podemos destacar algunos ejemplos de mensajes engañosos en la venta de estos productos:
El famoso “botecito” de preparado lácteo que “ayuda a tus defensas”, dando la impresión de que nos libra de cualquier infección por el hecho de tomarlo diariamente es un claro ejemplo pero no el único.
Los múltiples productos con Omega 3, ese ácido graso que nos previene de las enfermedades cardiovasculares, induciendo a pensar que tomándolos solucionaremos nuestros problemas cuando el único Omega 3 que tiene efectos sobre el colesterol proviene del pescado, son otros.
Pero no sólo los alimentos funcionales incluyen publicidad engañosa, los convencionales también:
Un último caso sangrante es el del anuncio de un conocido pan de molde que, ayudado por la imagen de Eduard Punset, el famoso divulgador científico, nos vende el producto como “todo natural, nada artificial”, como si fuera un fruto silvestre.
Conviene, llegado a este punto, recordar la Ley 17/2011, de 5 de julio, de seguridad alimentaria y nutrición, en la que se prohíben los ítems expuestos a continuación:
a) Cualquier referencia a propiedades curativas o preventivas de los mismos.
b) La utilización como respaldo del alimento de cualquier clase de autorización, homologación o control de autoridades sanitarias de cualquier país.
c) La aportación de testimonios de profesionales sanitarios, de personas famosas o conocidas por el público o de pacientes reales o supuestos, como medio de inducción al consumo.
d) La utilización de avales de fundaciones o instituciones de índole privada o de personas que aparenten un carácter sanitario, sin reunir tal condición.
e) La promoción del consumo de alimentos con el fin de sustituir el régimen de alimentación o nutrición comunes, especialmente en los casos de maternidad, lactancia, infancia o tercera edad.
f) La indicación de que el uso o consumo del alimento promocionado o publicitado potencia el rendimiento físico, psíquico, deportivo o sexual.
g) La referencia a su uso en centros sanitarios o a su distribución a través de oficinas de farmacia.
h) La utilización del término “natural” como característica vinculada a pretendidos efectos preventivos o terapéuticos.
i) Y, en general, la atribución de efectos preventivos o terapéuticos específicos que no estén respaldados por suficientes pruebas técnicas o científicas acreditadas
Ante estos supuestos, ¿dónde quedan estos anuncios?
Otros productos son comercializados con una serie de argumentos cuando menos discutibles. Por ejemplo los productos 0% materia grasa pueden tener hidratos de carbono que aportan calorías por lo que sí engordan.
Los productos sin azúcar añadido no significa que originariamente no lleven azúcar, si no que no se le añade más. Los alimentos que aportan fibras beneficiosas para el organismo, pero también gran cantidad de sal, azúcares y grasas saturadas. Los productos sin grasas animales cuando hay grasas de origen vegetal igual de perniciosas y un largo etcétera.
Otro caso de publicidad engañosa, afortunadamente superado, fue el de los alimentos bio y/o eco comercializados a diestro y siniestro hasta que se restringió el uso de estos términos a los productos procedentes de la agricultura o ganadería ecológica certificada.
A propósito de estos productos, destacar el hecho que, debido a la preocupación de la gente acerca de llevar una correcta alimentación, hay a un aumento significativo de los productos ecológicos. En este segmento en auge, vemos proliferar cada vez más empresas y productores que comercializan estos productos ¿cuánto tendremos que esperar a que se detecten los primeros casos de fraude?, ¿podemos asegurar que un alimento es sostenible únicamente por tener el sello de agricultura ecológica? Os recomiendo leer el artículo que escribimos al respecto en este blog
Es muy recomendable por tanto, no hacer caso de los reclamos publicitarios e investigar un poco el cuadro de datos nutricionales que obligatoriamente deben tener todos los productos alimentarios. En él, podemos ver las calorías aportadas por el alimento y sus contenidos de grasas, colesterol, sodio, carbohidratos, azúcares, etc.
Muy útil para consultar los valores nutricionales de los alimentos es la base de datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, en la dirección www.bedca.net donde podemos buscar la composición nutricional de cientos de productos. (Especialmente útil para personas con problemas de salud como diabéticos, cardiópatas, etc).
Conclusión
Por supuesto que cualquiera es libre para consumir lo que quiera, pero no es de recibo que nos den una información errónea, sesgada o directamente fraudulenta en algo tan importante como los productos alimentarios.
Desde EsDeRaíz somos partidarios de una dieta variada como la mediterránea, completándola con ejercicio físico y recomendando encarecidamente los productos frescos, de temporada y de cercanía (buenas prácticas) lo cual nos llevará a conseguir una Alimentación Sostenible. En nuestra tienda online puedes encontrar un amplio catálogo de alimentos sostenibles.
EsDeRaíz