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He de decir que me hace especial ilusión esta entrada. Principalmente porque he tenido el placer de entrevistar a un gran escritor y a una persona que, pese a no conocerla previamente en persona, he percibido muy cercana.
Abel es un hombre que transmite la sabiduría de una persona con una dilatada trayectoria profesional y personal. Un cronista de la transición que siempre quiso ser escritor y que finalmente lo consiguió.
La verdad es que contacté con Abel por casualidad. En una de nuestras salidas con la bici de montaña por la sierra de La Alcarama entre La Rioja Y Soria, fuimos a parar a las ruinas del que es su pueblo de nacimiento, Sarnago (pequeño pueblo de la comarca de Tierras Altas cerca de San Pedro Manrique). Sobrecogidos por el abandono del mismo e indagando en internet acerca del fenónemo de la despoblación que asuela la provincia de Soria y en general las dos castillas, descubrí la Asociación de amigos de Sarnago y a Abel Hernández y su obra. Desde aqui nuestro reconocimiento al trabajo que, sin ninguna ayuda oficial, viene realizando la Asociacion de amigos de Sarnago. Con su trabajo han conseguido rehabilitar y dotar de suministros numerosas casas del pueblo y reunir a nacidos y descendientes de Sarnago en torno a celebraciones y actos recuperados (fiesta de las Mondidas, etc)
Abel describe a través de su trilogía (Historias de la Alcarama, El Caballo de Cartón y la reciente Leyendas de la Alcarama), las vivencias personales en su pueblo Sarnago, la dura vida de posguerra en estas áridas tierras y el abandono y desolación al que fue sometida esta comarca.
Atendiendo amablemente mi solicitud, nos encontramos en Madrid, donde reside, para hacer esta entrevista. Ahí va su transcripción.
Abel, ¿cuéntenos su relación con el mundo rural?
Bueno, nací en Sarnago, comarca de Tierras Altas de Soria, en plena guerra un día que nevaba. En mi pueblo no había luz eléctrica ni nada. Crecí allí ayudando en las labores del campo hasta que, por suerte, salí a estudiar fuera. Volví durante toda mi juventud y, aunque he vivido muchos años en la ciudad, mis raíces son de pueblo y a él vuelvo cada vez que puedo.
¿Cómo es la comarca de Tierras Altas de Soria?
Es una tierra dura, árida y de una belleza salvaje. En mi juventud estaba llena de pueblos habitados por gente que vivía de las tareas agrícolas y ganaderas, fue una tierra muy relacionada con la ganadería de ovejas, la trashumancia y la mesta. Desgraciadamente, coincidiendo con la llegada de la democracia a este país, la sierra se despobló y ahora es un cementerio de pueblos olvidados.
Haber escrito libros acerca de esta mi tierra, es una manera de contribuir a que no se pierda la memoria de aquella cultura desaparecida, y que las nuevas generaciones sepan lo que fue y cómo fue. Realmente me han salido de dentro, ha sido una experiencia casi adictiva.
¿Cualés fueron las razones del abandono?
Realmente son varias razones. Aquella tierra fue puramente ganadera. Cuando se empezaron a roturar los campos y se hizo la concentración parcelaria para conseguir grandes fincas donde cultivar cereal, empezó la decadencia. La caída del valor de la lana como recurso ganadero de primer orden y la mecanización hicieron el resto. Por último, un desastroso proyecto de reforestación de la zona a base de pinos, terminaron con la vida de aquellos pueblos.
¿Cuéntenos algo acerca de aquél proyecto de reforestación?
Bueno, a través de Epifanio Ridruejo (un banquero de la época) se captaron unos fondos del banco mundial y, probablemente sin mala intención, se pensó en invertir en un proyecto de reforestación con pinares, pensando en desarrollar una industria maderera. Aquello no prosperó y, aunque inicialmente se generó mucho trabajo, al final trajo consigo la despoblación total de los pueblos y la modificación de aquel paisaje y ecosistema.
En su momento me opuse al proyecto y me enfrenté con el Gobernador de aquél entonces. Se utilizaron medios no muy honestos para conseguir que la gente vendiera las tierras. Se compraron sus voluntades! Se utilizaron comisionistas y la gente vendió sus tierras para comprarse pisos en las ciudades, era el tiempo de la emigración del campo a la ciudad. Incluso aquella oposición me acarreó desencuentros con mis paisanos que no entendían como podía oponerme a su supuesto «progreso».
¿Hay futuro para el mundo rural?
Algo se está moviendo. En aquella zona, muchos pueblos están creando de manera espontánea asociaciones para recuperar la memoria de aquellos pueblos abandonados. Estoy seguro que los espacios vacíos se acabarán por llenar. Obviamente nada volverá a ser como antes, pero puede haber futuro para el mundo rural.
Quizá la unión de proyectos de turismo rural con pequeña industria agroalimentaria y hostelería podrían dar una oportunidad al mundo rural. Hay que aprovechar las nuevas tecnologías, la comunicación, internet, etc. La administración debería facilitar estas cosas.
En el caso de mi tierra, ¿por qué no volver a la ganadería extensiva de ovejas?, al fin y al cabo fue lo que hubo y lo que mejor se adaptó. Cualquier cosa que se haga debe ser apostando por la calidad.
Usted define en sus libros aquella alimentación de subsistencia de su niñez, ¿nos alimentamos mejor hoy en día?
Quizás tenemos idealizados los sabores de aquellos tiempos , hay que tener en cuenta que la alimentación era la base de la vida y lo más importante. Lo que está claro es que los alimentos eran 100 % naturales. El cerdo para la matanza se criaba a base de patatas, berza y salvado. Las gallinas comían restos y lo que podían encontrar libremente, aquellos huevos eran inmejorables.
La gente tenía una dieta muy limitada, comíamos mucho tocino!!!, pero muchos hemos llegado a viejos (risas).
También soñábamos con lo que no teníamos, recuerdo las frutas de las vegas cercanas de La Rioja. Nunca entendí aquella animadversión de mis paisanos por los frutales, seguro que podrían haberse dado bien por allí.
Un alimento que recuerde especialmente
Muchos, especialmente recuerdo el queso de cabra que hacían con todo el cariño las madres y que guardaban en aceite, el chorizo tan auténtico y quizá, lo que más añoro, es aquél pan de hogaza tan especial. Hoy en día el pan que comemos es apenas una sombra de aquél. Recuerdo que se hacía con algo así como 8 partes de trigo y 2 de centeno y aquello le daba una textura y un sabor especial.
También aprecio mucho los tomates que cultiva hoy mi hermano en su huerta de manera natural, cada vez que vuelvo a Soria disfruto de un tomate de verdad, realmente un manjar.
Una última reflexión
Donde hubo un árbol puede haber otros.
Debemos preservar lo poco que queda de nuestros pueblos, proteger el paisaje que es nuestro patrimonio y quizá haya futuro para nuestro mundo rural.
EsDeRaíz
Abel Hernández (Sarnago, Soria), escritor y periodista de dilatada y reconocida trayectoria en distintos medios, ha sido un destacado cronista de la Transición. Cursó estudios de Filosofía y Letras (Filosofía Pura y Filología Inglesa) y es licenciado en Ciencias de la Información y en Teología. Durante su carrera profesional ha dado clase en la Universidad y ha ocupado puestos relevantes en numerosos medios de comunicación: Jefe de Información Nacional de Informaciones, editorialista de Diario 16, adjunto al director y jefe de opinión de El Independiente, y columnista y director del Ya. Asimismo, fue muchos años redactor-jefe de Radio Nacional, donde creó y fue el primer director de distintos programas, entre ellos 24 Horas y Frontera. Por su labor en la radio obtuvo el Premio Ondas, el Premio Bravo y el Premio Nacional de Información. Es autor de varios ensayos de naturaleza política, entre otros, Crónica de la Cruz y de la Rosa, El Quinto Poder, Conversaciones sobre España, Fue posible la concordia (en colaboración con Adolfo Suárez), La España que quisimos o Suárez y el Rey, premio Espasa de Ensayo 2009. Es autor, asimismo, de tres obras literarias: Historias de la Alcarama (2008), finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León, galardón que obtuvo un año después con El caballo de cartón (2009), y Leyendas de la Alcarama (2011).